Pensarnos desde lo animal

LOLA ANCIRA

El afán moralizante de las fábulas de Esopo, los bestiarios medievales y las crónicas del siglo XVI (que establecen al ser humano como centro y medida de todas las cosas) muestran un compendio de interpretaciones simbólicas de animales antropomorfizados de distintas especies e incluso criaturas mitológicas o fantásticas mediante las cuales se ha analizado lo animal y su vínculo con lo humano. Estas obras fundaron una tradición literaria denominada zooliteratura, entre las que resaltan, ya en el siglo XX, Bestiario (1938) de Juan José Arreola; Sagarana (1946) de João Guimarães Rosa; Bestiario (1951) de Julio Cortázar; El libro de los seres imaginarios (1957) de Jorge Luis Borges; y, a partir de la década de los sesenta, la narrativa de Clarice Lispector.

Un giro radical en torno a nuestro enfoque en lo animal y la animalidad surge durante los setenta, cuando el bioquímico Van Rensselaer Potter establece el neologismo bioética —entendida como una disciplina que atiende la crisis generalizada que afecta al individuo, a la sociedad y al medio ambiente— en su libro Bioethics: Bridge to the Future.

Desde entonces, la discusión sobre lo animal y las relaciones entre el ser humano y otras especies de seres vivos ha cobrado importancia para creadores e investigadores en distintas ramas de la ciencia y culturas, lo que evidencia una transversalidad entre múltiples campos del conocimiento que ha modificado el concepto de lo humano al pensarlo desde una perspectiva alejada del especismo y el antropocentrismo.

Franz Kafka establece una nueva visión y entendimiento de lo animal desde La metamorfosis (1915) y cuentos que parten de una hibridación entre lo humano y lo no humano —criaturas inclasificables, animales-objeto como el Odradek—, que exige el reconocimiento de lo animal en el ser humano e instaura la animaliteratura, misma que privilegia el pensamiento y la voz propios de otros seres vivos —desde la limitada perspectiva humana— y se convirtió en bastión de resistencia para escritores de las siguientes generaciones, sobre todo en Sudamérica, donde resaltan las letras de Wilson Bueno y Ana Paula Maia.

Estas nuevas formas de encuentro son un reto a la imaginación y al raciocinio, una oportunidad de pensarnos —y repensarnos— fuera del privilegio

Lola Ancira es narradora y editora. Estudió letras modernas en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito ensayos, cuentos y reseñas literarias para diferentes medios electrónicos e impresos. Es autora de los libros de cuentos Tusitala de óbitos, El vals de los monstruos, Tristes sombras y Despojos.

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