La creación del olvido

BLADIMIR RAMÍREZ

Me gusta la poesía que es capaz de transmutar conceptos que parecen inamovibles. Antes de leer Libro del frío de Antonio Gamoneda, pensaba que el olvido era una especie de condena mental. Después de navegar en la frialdad de estos versos pienso que la galería de mis recuerdos perdidos alberga cierta belleza extraviada.

El libro nos mimetiza, poeta y lector están cara a cara frente a un espejo: el poema. Nos convertimos en un nosotros. Un verso declara: «he creado el olvido». En un acto de alquimia mental, Gamoneda lo presenta como un fruto, como el destino de un viaje incierto. El poema es un mapa que nos guía a través de evocaciones vividas.

El yo poético es contemplativo y melancólico, percibe la oscuridad y el cansancio del entorno. Al mismo tiempo es sensible a la belleza perdida, padece las ausencias y habita un abismo lleno de luz. La búsqueda, el viaje y el destino de este libro es espiritual, introspectivo. Dejamos atrás el cuerpo para adentrarnos a la mente.

El olvido es creado a partir de la palabra. La palabra, en sí misma es creación, el olvido se convierte en lo creado. Sin embargo, ¿cuál es el origen de esta perdida? ¿cómo se crea? El poeta nos remite al abandono de los sentidos, nos sumerge en sensaciones y emociones primigenias como el frío, el miedo, la presencia de la muerte y «las máquinas de la tristeza», «las canciones de la ira», «la furia de los pájaros».

El olvido es el fruto. La creación, lo creado. Los recuerdos y el razonamiento son tierra y semillas. La rememoración es un árbol reverdeciente de extravíos. Memoria y pensamiento, convertidos en lenguaje, en testimonio y observación son vulneradas por la luz y el agua, el abismo helado capaz de diluir lo vivido. El atesoramiento de elementos como el invierno, la nieve y el silencio, nos conducen a un solo camino: el olvido creado. Estamos encarnados espiritualmente al poema, lo habitamos. Cuando leemos: «todas las causas se aniquilaban en sus ojos», conocemos al Vigilante de la Nieve, una víctima de la dejadez. Nosotros estamos a su lado, sentimos el amanecer frío, la nieve que se convierte en flor, la flor que se convierte en obstáculo del agua.

Por suerte, hay algo hermoso y edificante en el olvido. Leemos: «siento la suavidad de las palabras olvidadas». Entonces las palabras fecundan la memoria para que la mente dé a luz al olvido: otra forma de redención. 

Bladimir Ramírez (Zapotlán, 1996), pasante de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara, ha publicado cuentos y ensayos en antologías y medios digitales. Es becario de Fundación para las Letras Mexicanas.

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