Hay poemas que no quieren
ser peces y se quedan
flotando
en la línea divisoria de la prosa
más sucia. Peces
cuyas branquias son
versos y se empeñan
en obtener
pulmones.
Hay poemas que se sienten
gigantescos cetáceos
y en el plancton comparten
la lengua que a todos los devora.
Hay poemas que muerden
el anzuelo de las viejas
vanguardias y terminan
enganchados al hilo
de la vida
tan efímero
y débil
que se
rompe
al leer
los.
Tú no aparecerás en el poema
mientras sigas dormido. El manso
ronroneo de la camisa no alcanza a despertarte.
Mis manos son
el ruido que espanta tu pelambre. La imagen
es un crimen que no se ha cometido
y debo resolver desde el portarretratos de la hipótesis.
¿Quién aparece allí?
¿Qué rejas cruza el miedo
que maúlla cada que lo abandona
el hombre de la foto?
Tiene nombre de gato.
Se dedica a escribir con una aguja.
En su imaginación, la mitad de su cuerpo se levanta
del humo de un cigarro electrónico: el vapor
que abandona sus labios
forma una nube espesa: blanca
bola de estambre. Teje él mismo su sombra
para no estar ausente en la fotografía. Blanca gata
con un parterre propio. Hermosa bola blanca
que escapa de su boca con un rojo extendido por el pecho.
Pero si fuera cierto
el retrato mostraría dos muñecas amarradas con un mismo cordón
el famoso hilo rojo de una historia romántica. Se llamaría suicidio
si nos fijamos bien. Intento de suicidio: la camisa se mueve.
Ese animal respira. Muy cerca de su oreja
un objeto dorado parecido a una bala
da paso a otra lectura. Es un lipstick que rompe
la imagen del varón. Un vulgar pintalabios
que convierte a los gatos en muñecas.
Aquí estamos en corto. No hay música de Wagner
ni estridentes maullidos que amenacen la calma
en los departamentos aledaños. Es un espacio solo.
Un hombre con su gato. Y tanta soledad
tanta blancura sola necesita, de manera impetuosa
un color que resalte
el sucio blanco y negro
de la vida.
No somos las mujeres
que intentamos, ni seremos
los hombres que quisimos.
Este vocabulario es inservible
mientras no reformemos el artículo a la ley
más allá de una letra en nosotres.
Sin embargo
en ese sin embargo que alguien nos
arrebata, hay un poco de vida.
Detrás nuestro, quizás:
un tal vez en la espalda
que vuelve a lo que fuimos.
Y allí, a un golpe
de salvarnos, siempre habrá otro
fiscal que nos regrese el juicio.