Patricia Vázquez

Tres acercamientos a esta pandémica y poco celeste cuarentena

I

Ojito de agua

le decían al señor

que murió en el pueblo

donde viven mis padres.

Ojito de agua un lagrimal

del pómulo izquierdo.

El último domingo de abril

se fue por el atajo del cañón

a la meseta de la sierra

para alimentar a las cabezas de ganado

que heredó de su padre.

Lo embistió un toro

la más salvaje de sus bestias

y Ojito de agua se secó

en el río de su sangre

a las entrañas de la sierra.

En su casa un moño negro

y una cartulina

que pedía rezar el novenario

en soledad y contingencia.

Tres acercamientos a

esta pandémica y poco

celeste cuarentena

II

Mi hermana

iba a mudarse con su novio.

Le dije que la visitaríamos

para ir a La Marquesa

o al Nevado.

Ella renunció en febrero

a su posible gerencia

y vació su clóset

de recuerdos y promesas.

En mayo terminaron;

él regresó a Toluca

y ella no sabe

qué pasó en la cuarentena.

III

El sobrino del esposo de mi tía

se ató una soga al cuello,

mi pluma no describe

la pena de sus padres

al cuerpo suspendido

de la noche.

En la tristeza de los asistentes

el silencio miserable de los otros

hizo el recorrido de los coches a la tumba.

No hubo abrazos ni condolencias

solo personas en sus carros

con cubrebocas en el cuello.

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